miércoles, 11 de noviembre de 2009

Empresa de Mercenarios, ' Nuevo Negocio

Estos “trabajadores de la muerte”, también llamados “perros de guerra”, han proliferado en los últimos conflictos, especialmente desde la Guerra del Golfo. La razón es simple, son mucho más “económicos” y funcionales para los países que los soldados regulares. Mueren alrededor de 300 mercenarios, otros quedan mutilados alrededor de 1.600 trabajadores; y quedan 3.000 psicológicamente traumados; y quedan solos y abandonados. Actualmente hay unas 800 mujeres mercenarias.

Como las leyes del capitalismo lo mandan, ellos asesinan por contrato, es decir, venden su fuerza de trabajo por un sueldo, eso sí, reciben un salario ma?yor que un soldado común, pero a la larga, salen más baratos. Ellos vienen con formación militar, entonces el ejército no gasta nada en entrenamiento y capa?citación. Tampoco reciben seguridad social; cuando termina so contrato se san sin jubilación y ni caen heridos o pierden la vida, no hay indemnización al?guna.

Pero lo más peligroso y que vulnera cualquier tratado internacional, es que al no ser soldados re?gulares de un país, no están regidos por ninguna convención, es decir, pueden torturar y matar a des?tajo y nadie los puede vincular al país que prestan servicios, pues es una empresa privada quien realiza los “trabajos”. Negocio redondo y en eso los yanquis llevan la delantera, la mayoría de las empresas con?tratistas son norteamericanas.

Las guerras de intervención por parte de las prin?cipales potencias, encabezadas por EEUU, se han intensificado en los últimos años. Pero las cosas han cambiado desde la guerra en Afganistán. Innu?merables acontecimientos ha obligado a reformular las estrategias y políticas bélicas, especialmente en Norteamérica. Un primer síntoma de esto es la falta de reclutas, lo que sumando a las limitaciones de las leyes humanitarias en la guerra (miedo a los tribunales inter?nacionales), y a la oposición de una buena parte de los ciudadanos estadounidenses a mandar a sus jóvenes a la guerra, provocó que se intensificara la contratación de soldados privados, principalmente a ex uniformados calificados, es decir, cuadros formados en operaciones especiales, tareas de inteligencia y actividades policiales en zonas hostiles. A estas nuevas adquisiciones la han denominado con eufemismo tales como contratista, consultores, especialistas o escoltas, pero en realidad son las nuevas caras de los mercenarios de antaño.

Nuevos datos, aportados por los propios países en conflicto, corroboran los hechos. Mientras que en la pri?mera Guerra del Golfo (1991) había un mercenario por cada cincuenta soldados regulares, actualmente hay un mercenario cada diez militares.

Pero estos verdaderos ejércitos privados realizan otras labores paramilitares, tales como guardaespal?das de altos ejecutivo y empresario, tareas de inte?ligencia, protección de instalaciones productivas, como pozos petroleros, minas de diamantes u oro, interroga?torios a prisioneros y un sin fin de otras actividades. Países como Bosnia, Pakistán, Ruanda y Liberia son algunos de los que han conocido los servicios de estos mercenarios.


Asesinos del fin del mundo

Actualmente se calculan que en Iraq hay unos 38.000 mercenarios de muchas nacionalidades, las principales son, estadounidenses, bosnios, sudafricanos, indios, australianos, británicos y latinoamericanos, entre ellos, más de setecientos chilenos, en su mayoría ex militares y ex civiles de los servicios de seguridad de la dic?tadura de Pinochet. Ellos trabajan para la empresa Blackwater USA y el nexo en Chile es la empresa local grupo táctico.

También han probado suerte mercenarios chile?nos en Haití, pero la experiencia no fue la mejor. De ello dieron cuenta el pasado mes de septiembre 125 de ellos, quienes fueron reclutados para formar parte de una empresa de seguridad encargada de resguar?dar los hogares de los gerentes de la compañía de te?lefonía celular “Digicel”. La mayoría de ellos regresó al país denunciando irregularidades y compromisos no cumplidos, como sueldos impagos e inferiores a lo pactado. Todos acusan a Héctor Rojas Saavedra, contratista , como el hombre que los contactó para llevarlos a Haití, personaje ligado a la ex CNI.

La mayoría de los que van a pelear una guerra ajena lo haces por los suculentos sueldos que se ofrecen, pero en este negocio macabro no todos son iguales, mientras el sueldo promedio para los sud?americanos fluctúan entre los 2500 a 5000 dóla?res, los mercenarios norteamericanos cobran de 9.000 a 12.000 dólares mensuales. Pero como en toda actividad laboral siempre existen explotados, los más mal pagados del continente son los peruanos, los bolivianos, que se les cancela 1.000 dólares al mes. Mientras la empresa contratista se lleva 30.000 dólares por cada efectivo peruano y boliviano.


La guerra es un negocio de los poderosos, no cabe duda. Y un negocio demasiado rentable como para perderlo por falta de mano de obra. Al final, la solución está en las manos, libre mercado también para la muerte.



Gregorio Torres


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